jueves, 11 de febrero de 2010

Un acercamiento crítico al modelo educativo basado en competencias

Un acercamiento crítico al modelo educativo basado en competencias

"nada gana la sociedad con competentes inhumanos y con humanos incompetentes".

Por: Jorge León Salinas

menonjls@yahoo.com.mx

En esta exposición hacemos referencia a los peligros del modelo educativo basado en competencias y señalamos los fines que, por el contrario, pensamos deberían lograrse. A su vez se rastrea el significado del concepto y su origen economicista, que pretende trasvasarse al ámbito educativo. Además, se hace una relación de propuestas y actuaciones concretas que perfilan las competencias hacia un fin educativo claramente diferenciado del empresarial.

Si partimos dentro de un marco educativo desolador en México generado por los altos índices reprobatorios obtenidos en las evaluaciones del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes “PISA”, prueba generada por la OCDE[1], así como de la prueba “Alianza por la calidad”, cuyo objetivo es impulsar una transformación educativa y que sus resultados confirman que son los “menos malos” quienes darán clase en el ciclo escolar 2008-2009[2], se plantea el objetivo principal en el Plan Educativo Mexicano 2009: “Lograr la Calidad en la Educación”, tomando como estrategia el modelo basado en competencias.

Bajo este orden de ideas, considero que dicho tema es de difícil aproximación neutral ya que se estaría en la disyuntiva de estar a favor o en contra de este modelo educativo. Cabe señalar que si se asume una postura radical se avanzaría muy poco (a juicio de José Carlos Guzmán 2003), sin embargo y no obstante lo anterior, en esta intervención quiero centrarme en una crítica a la educación basada en competencias.

La educación basada en competencias (Conceptualización).

En el proyecto DeSeCo (Definition and Selection of Competencies) de la OCDE, encargado de definir y seleccionar las competencias consideradas esenciales para la vida de las personas y el buen funcionamiento de la sociedad, se define el término competencia como “Capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz”[3]

Para definir una competencia como básica, se tienen que dar las siguientes condiciones:

Que contribuya a obtener resultados de alto valor personal y social.

Que sean aplicables a un amplio abanico de contextos y ámbitos relevantes.

Que sean beneficiosas para la totalidad de la población para superar con éxito las exigencias complejas independientemente del sexo, condición social, cultural y entorno familiar.

Rasgos que definen una competencia:

Constituye un "saber hacer". Incluye un saber, pero que se aplica. "Saber hacer" susceptible de adecuarse a diversidad de contextos. Carácter integrador, de modo que cada competencia abarca conocimientos, procedimientos y actitudes.

Competencia básica:

Capacidad de poner en práctica de forma integrada, conocimientos, habilidades, actitudes para resolver problemas y situaciones.

Básica: debe estar al alcance de todos los sujetos implicados, es decir, de todo el alumnado de escolaridad obligatoria.

Características: se trata de capacidades más que de simples contenidos. Tienen un carácter interdisciplinar. Han de permitir comprender y actuar responsablemente en la realidad de la vida cotidiana.

Sin embargo, el concepto de competencias en educación es algo con unos límites muy borrosos que pueden ser utilizados para muchos fines, cualitativamente muy diferentes. Lógicamente, la traducción a la práctica será diferente. Así, desde un modelo escolar más tradicional, academicista y conservador, se enfocarían hacia competencias-destrezas. Desde un modelo de aprendizaje crítico habría que hablar de competencias personales y acción colectiva (aunque incluya las habilidades técnico-prácticas como herramienta).

No es igual, por tanto, hablar de competencias generales que de competencias a nivel más concreto y/o inmediato. Lo primero se acerca más a la idea de capacidad demostrada (aunque sea una mezcla de ellas), puede usarse para una formación más integral y supone menor problema de orientación hacia los intereses de las grandes corporaciones económicas (para diferenciar capacidad de competencia, podríamos pensar que la primera es un desarrollo más de dentro hacia afuera y la segunda de fuera hacia adentro). Por ejemplo, la competencia comunicativa que puede desarrollarse en todos los campos de la vida y bajo el prisma de cualquier interés, es algo que le interesa tener a la persona independientemente de los intereses que la promuevan. En cambio, si hablamos de competencias definidas de forma más concreta, estaremos refiriéndonos a intereses más definidos en los que ya no está tan claro que puedan aplicarse a cualquier campo y ámbito de vida (al menos con la orientación dada). Tal sería el caso del “espíritu emprendedor”, que aparece en la competencias europeas, que suele ligarse a la iniciativa económica capitalista (si alguien lo quiere aplicar de otra forma ahora, deberá redefinirlo).

Necesidad empresarial y profesional del modelo

La idea del trabajo educativo por competencias viene de antiguo. El concepto de competencia ya se utilizaba desde el campo de la psicología, de la lingüística y de las teorías de la comunicación. En 1957 Chomsky define el término competencia como "capacidades y disposiciones para la interpretación y la actuación". Posteriormente, fue “re-definido” desde la formación empresarial, tratando de usar sus posibilidades a favor del interés de la empresa (como ocurrió también con la formación de la inteligencia emocional). A diferencia del concepto de competencia, entendida como la capacidad creativa del ser humano, la idea de competencia en el mundo empresarial está íntimamente ligada a la eficacia y la rentabilidad productiva. Es decir, se trata de definir y adquirir destrezas y saberes que hagan a las empresas competitivas. Habría que indagar y debatir más, acerca de qué significa ese uso (interés individual sobre el colectivo, utilización de éste...). No obstante, queda claro que de un interés por la persona y el bien colectivo se pasa a una interpretación que prima el interés privado y competitivo.

Una definición basada en competencias, es aquella “que incluye el conjunto de propuestas de lo que hoy en día se denomina una educación integral”. Ahora son denominados competencias lo que antes eran llamados objetivos educativos, ya que se quiere destacar los elementos genéricos e integradores que tienen las primeras y que superan las deficiencias de estos últimos. Esta postura se manifiesta en el siguiente ejemplo: “Tipo de expresión que hace posible colaborar y participar en el desarrollo de tareas enfocadas a la maduración del individuo y la ejecución de diversos papeles que tienen que desempeñar en la vida, como aprendiz, como productor de bienes y servicios, como consumidor y como integrante de unidades sociales” (De Anda, 1997: 22). Pag. 144. Así se habla de competencias de diferentes disciplinas, como las matemáticas, histórico-social, de lenguaje, etc. Otros autores (Cahue, 1997: 97).

Resaltan las competencias genéricas, en las cuales incluyen al procesamiento de la información, la computación y la comunicación (Álvarez, 1994:22-23). Como puede observarse, el acento de las definiciones es integrar los propósitos educativos desde una perspectiva académica y no laboral.

La segunda postura se refiere a la formación para y en el trabajo; esto es, las competencias propiamente laborales y profesionales en las que nos centraremos, pues es la acepción más aceptada al discutirse sobre el tema. Cabe destacar que de sus principales atributos, se retomará básicamente lo propuesto por las experiencias internacionales sobre la educación basada en competencias, por el amplio espectro que maneja sobre el particular.

“La educación basada en competencias es una modalidad educativa que permite formar al educando a partir de normas de competencia laboral o profesional obtenidas de los requerimientos del sector productivo y de servicios. Su metodología de enseñanza hace hincapié en el saber hacer y utiliza una organización e infraestructura similares a las del ámbito laboral para desplegar dichas competencias (Colmena y Sánchez, 1995; Fletcher, 1994; Gonczi y Athanasu, 1996; Malpica, 1996; Martens, 1996; Saluja, 1996 y Valls, 1993)”.

La competencia entendida de esta forma tiene cinco características esenciales: la primera de ellas está centrada en desempeños y la segunda resalta la importancia de las situaciones o contextos donde éstos son relevantes o útiles. Es oportuno mencionar que el desempeño es la expresión concreta de los recursos puestos en juego por una persona cuando lleva a cabo una actividad, esto es, el individuo no solo dispone de un bagaje de habilidades y conocimientos, sino que debe ser capaz de utilizarlas de acuerdo con las condiciones o demandas del medio que le rodea. Un tercer componente nos indica que la competencia está compuesta de un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes.

El cuarto elemento de la competencia, tiene que ver con un orden y jerarquía, donde las personas avanzan de un nivel de novatos a expertas. La última característica de la competencia es que esta se deriva de normas, las cuales son elaboradas de acuerdo con las prescripciones y requerimientos de los sectores laborales y profesionales (Jesús Carlos Guzmán, 2003, pag. 146.).

Así una norma o regla técnica de competencia laboral “es el conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas que son aplicados al desempeño de una función productiva a partir de los requerimientos de calidad esperados por el sector productivo” (Ibarra, 1996: 74).

De ahí que algunas de las causas que propiciaron el surgimiento de la educación basada en competencias; sea una respuesta al problema de la falta de relevancia en la educación; o el deseo de vincular más estrechamente el ámbito laboral y el educativo dada la insatisfacción respecto de los resultados obtenidos por las instituciones educativas, al no lograr que lo aprendido por sus egresados en general les permita un adecuado desempeño laboral.

Como vemos la educación basada en competencias tiene que responder a los “requerimientos del mercado laboral”, pues este define lo que el alumno debe aprender y éstos “requerimientos del mercado” se formalizan en las reglas de competencia laboral, que a su vez se convierten en las metas de la enseñanza.

De lo que se trata a fin de cuentas, es de satisfacer las exigencias de capital humano de las empresas e instituciones para evitar desperdicios de los recursos humanos y gastos financieros derivados de tener que reentrenar a las personas por carecer de los medios necesarios para desempeñar eficazmente un puesto laboral, o por contar con una formación diferente a la solicitada.

Otro de los factores que impulsan los cambios en el mundo laboral tiene que ver con las exigencias para incrementar permanentemente la productividad y obtener además productos y servicios de alta calidad que compitan con posibilidades en mercados muy disputados.

Sin embargo, habría que tener mucho cuidado, ya que una educación basada y reducida sólo en competencias limitaría seriamente sus posibilidades como elección educativa conforme con los tiempos actuales, en virtud de que muchos de sus desarrollos son simplistas e incapaces de abordar un mundo tan complejo como el que estamos viviendo. Si bien es cierto que las competencias movilizan recursos con los que el sujeto cuenta, pero no se reducen a ellos.

1.- Las competencias, en discusión.

…No se puede defender un planteamiento educativo basado en unas competencias desarrolladas a partir de las demandas económicas y empresariales. Esto tergiversaría e impediría caminar hacia una finalidad educativa inclusiva, integral, y pensada para formar una ciudadanía crítica y solidaria.

Al hablar de educación, en nuestro modelo, por el contrario, estamos hablando de un bien social general, como la educación básica que debe preparar para desarrollarse como persona en sociedad y procurar la igualdad de condiciones.

En realidad, el sesgo y la influencia que pretenden los grandes intereses económicos en la educación general se dan al margen de que exista un desarrollo por competencias o no, como ya se iba evidenciando en los últimos cambios educativos. Tiene más que ver con la finalidad que se le dé a la educación: en base a unos intereses particulares o al interés general. En este sentido, es necesario pensar en sí, a pesar de todo, es una “vía de sentido único” la que sigue el planteamiento por competencias. Existen definiciones y conceptos muy diferentes dentro de ese campo, a veces bastante confusos e, incluso, contradictorios. Esto hace pensar que se esconden finalidades muy diferentes y que es muy importante la forma en que se definan, se desarrollen y se incorporen (o no) al trabajo de los centros.

Desde un planteamiento general, existen una serie de peligros, a señalar, en la incorporación de competencias en los nuevos modelos educativos:

Es importante saber en qué se apoyan para su desarrollo. Dependiendo del tipo de competencias que se seleccionen, de cómo se definan (en tanto a saberes, formas de hacer, contextos y ámbitos en y para los que se ha de capacitar), cuáles se primen o cuáles ni siquiera se formulen, etc., puede que signifique romper con lo que existe pero para encaminarse hacia un sistema de refuerzo de la sociedad competitiva e individualista que hay hasta ahora. De ganar en perfección en el apoyo a los intereses que hoy dominan una sociedad injusta.

¿Habría, pues, que olvidarse de llevar un planteamiento de competencias adelante? Quizá eso podría suponer mantener el sistema educativo actual con la desigualdad que conlleva y apoyar a los grupos de intereses sociales y económicos más “añejos” de este Estado. Asumirlas de una forma acrítica puede suponer avalar los intereses de los grupos sociales, económicos y de poder más “innovadores” pero que desean perpetuar y consagrar la desigualdad como la situación natural.

El auge, desde los años 90, de modelos educativos basados en competencias aparece como respuesta a las demandas que la sociedad hace a la escuela para que forme ciudadanos y ciudadanas capaces de integrarse con éxito en la sociedad actual y responder a sus necesidades empresariales y económicas. La educación se vuelve, así, aún más dependiente de las demandas de un tipo de sistema social y económico determinado. Al término “competencia en educación” se le atribuyen muchos significados que generan confusión, al no quedar claro cómo se concibe la competencia y qué diferencias existen con un desarrollo basado en capacidades y habilidades. En este sentido nos podemos encontrar con frecuencia que palabras como capacidad, habilidad y competencia funcionan como sinónimos. Sin embargo, en otras ocasiones, entre estos conceptos existe una relación pero no una equivalencia.

Por otro lado, a pesar de las múltiples acepciones que conlleva el término de competencia, es innegable que las propuestas que se están haciendo a nivel internacional tienen una clara imposición de las demandas económicas y de mercado de los sistemas socio-económicos capitalista sobre los fines de la educación.

Competencia tiene que ver con tres acepciones: Capacidad, Competitividad e Incumbencia:

Capacidad o aptitud del individuo para hacer algo. Una persona es competente cuando es capaz de entender y resolver un problema o situación que se le plantea. Tiene que ver con características del propio individuo y con sus experiencias previas e historia personal.

Competitividad entendida como capacidad de la persona no sólo para enfrentarse con éxito a nuevos aprendizajes, situaciones o problemas sino de hacerlo con más eficacia que otras. Esto implica la capacidad de la persona por hacer valer sus formas de pensar y actuar en la comunidad y de demostrar que están más preparadas que el resto.

Incumbencia referida a la relación que la persona establece con la realidad y su entorno. Es decir, el grado de interés, participación y sentimiento que le genera la realidad en la que se desenvuelve. Desde esta perspectiva la persona puede juzgar que un hecho presente o futuro, le compete o no, suscita o no su interés, puede afectarle o no.

Nos encontramos ante tres aspectos del término competencia que, si bien no son excluyentes entre sí, pueden condicionar, dependiendo qué tipo de concepto es el que predomina, las finalidades de la educación en cuanto a formar un determinado perfil de persona y de sociedad.

Cuando las reformas educativas surgen no como respuesta a los problemas sociales sino, casi en exclusividad, atendiendo las demandas económicas y laborales de la sociedad actual es fácil suponer que el concepto que prima es el de competitividad.

Otro problema es la forma en que eso se trasvasa a una enseñanza general y obligatoria y las consecuencias que eso puede acarrear, no sólo en el contenido, sino en la estructura del mismo. Por ejemplo, habría que ver si se crean itinerarios, currículos diferenciados, salidas especiales, etc., pensando sólo en la formación “profesionalizadora” (que incluye la continuación o no de estudios).

Propuestas de aplicación del “modelo de competencias para una ciudadanía crítica”

El desarrollo de la educación por competencias tiene unos peligros evidentes, en especial por la utilización que se ha hecho de este modelo. ¿Cómo se llegan a discernir los pasos y los mecanismos que acaban haciendo de las competencias una estructura interesada y no sólo educativa, y cómo se contrarresta eso? ¿Es posible hacerlo?

Por otro lado, si partimos de la necesidad de que la educación debe actuar en la sociedad, el desarrollo de la educación por competencias tiene de positivo que sí pretende formar para la sociedad en que se vive. La competencia es el desarrollo más “pegado” a situaciones prácticas. Eso puede hacer mucho más fácil la relación con el mundo real. El plantear un desarrollo global desde el principio, con posibilidad de proponer situaciones adaptadas al desarrollo y la edad y con posibilidad de centrarse en sus intereses, el inconveniente es que se pretenda empobrecer a las personas, que traten sólo de buscar el éxito personal.

La selección de situaciones prácticas en las que la persona se deberá desenvolver y la utilización posterior de los fines que se tratan de alcanzar. El educar a personas para que “sirvan” a un sistema liberal y competitivo en el que existan unas personas líderes de empresa (o administraciones gestionadas como empresas) y, por otro lado, otras personas operarias que puedan, “dócilmente”, cambiar de puesto de trabajo con facilidad, dependiendo del interés económico del momento.

Si las competencias deforman los fines hacia “el éxito personal” y están relacionadas con la resolución de diferentes situaciones, ¿no tendrán mejores opciones los grupos sociales más familiarizados con una amplia gama de vivencias (en general personas que proceden de un mundo con “más posibilidades”).

El aprendizaje por competencias en México está sirviendo a los intereses de los grandes capitales pues difícilmente, el grueso de nuestra población, poco estimulada culturalmente, mal alimentada y que constantemente tiene que enfrentarse al desempleo y subempleo que prevalece en este país, si está cumpliendo a los intereses para los que fue implementada: seres acríticos, poco reflexivos, poco analíticos y alienados ¿qué más pueden pedir los grupos oligárquicos para sostenerse?

Una cosa es estar a la vanguardia de los cambios y otra, avanzar por avanzar sin saber en dirección de qué intereses estamos avanzando. A veces los más "vanguardistas", sin saber o asumir críticamente la racionalidad que rige los cambios por los que abogan, trabajan a favor de intereses que en su decir, critican. No puede ser que un profesor no sepa para los intereseses que quién trabaja.


[1] 1 Organización para la cooperación y el Desarrollo.

[3] http://www.concejoeducativo.or/

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